EL SIMBOLO DE LA HERRADURA
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Aunque fueron los griegos los
primeros en introducir el simbolismo de la herradura de la buena suerte en la
cultura occidental hacía el siglo IV, la tradición anglosajona atribuye tal
hecho a San Dunstan (925-988) un herrero de profesión que llegaría a ser
arzobispo de Canterbury en el 959.
Según el relato legendario, este
personaje recibió la visita de un hombre que le pidió unas herraduras para sus
extraños pies, que parecían pezuñas.
Dunstan reconoció inmediatamente en
él a Satanás y le dijo que para atender a su petición le habría de encadenar a
la pared, a lo que accedió el cliente. Con la argucia consiguió realizar su
labor causándole tales dolores que éste le pidió repetidamente clemencia.
Dunstan se apiadó finalmente, pero le hizo jurar antes de soltarlo que nunca
entraría en una casa en cuya puerta viera colgada una herradura.
Desde la difusión de esta leyenda,
aproximadamente en el siglo X, no faltaron las herraduras de la suerte colgadas
en las puertas de las casas de los cristianos, cumpliendo la doble función de
talismán y picaporte.