Cuando disponía de algún tiempo libre, solía pasear por las orillas de aquel río extraño y bello. Muchas veces tenía que desviarme alejándome de él para salvar la oposición que me ofrecía el tupido bosque impenetrable y sombrío que se apelmazaba hasta la orilla misma del agua. Cuando esto ocurría, tenía que dar un rodeo para volver a su cauce.
Mi fascinación por aquel río era intensa de lo que entonces pudiera creer, en muchas ocasiones, en mis pensamientos se cruzaba (sin saber los motivos) su recuerdo y a continuación me asaltaba un deseo imperioso de correr a su encuentro. He de reconocer que sus sonidos son armoniosos, diría mas, melodiosos, con su ritmo que en un principio parecía monótono, pero en realidad, si prestabas la atención suficiente y con no mucho sentido musical, percibías los cambios rítmicos necesarios para satisfacer por el oído tu alma. Sentía una especie de atracción tal, que en muchas ocasiones llegué a asustarme pues era como si algo o alguien me llamara insistentemente para pedirme que acudiera a su lado.
Estando en una ocasión extasiado contemplando y escuchando aquel río, me pareció verle entre las ramas del follaje por primera vez, fue una masa imprecisa, mas bien una silueta indefinida que se movió en la espesura con gran rapidez, desapareciendo al ver que ponía mi mirada con insistencia en el lugar que ocupaba. Desapareció con la misma rapidez que apareció y no supe de quien o de que se trataba.
En aquel instante de aquel día, comprobé como todos los pájaros se habían callado repentinamente, hasta las aguas parecieron no sonar, los pájaros tan abundantes y escandalosos, al unísono dejaron sus trinos para otra ocasión que no tardó en llegar una vez repuesto del sobresalto. La brisa que también participó con su quietud, se restableció moviendo las hojas del suelo en un baile repentino e indeciso.
Curioso acudí al lugar en el que apareció la silueta y recorrí sus alrededores buscando al personaje que creía fuera un pescador o cazador, pero mi búsqueda fue infructuosa, no había nadie y era imposible que hubiera desaparecido sin ser visto al cruzar o huir por el claro existente detrás del bosque. Llegué a pensar que pudiera ser una visión mía errada por culpa de los rayos del sol entre las ramas de los árboles.
Pasado un tiempo lo volví a ver, su aparición fue fugaz como la vez anterior, pero pude apreciar mas detalles sobre aquel personaje, porque era sin duda un personaje, con una cabellera hasta los hombros y una barba bastante grande que le tapaba casi la boca, el pelaje era grisáceo y algo alborotado, de una forma tal que era fácil de recordar. El sobresalto no fue tanto como la primera vez y decidí indagar si moraba alguna persona por los contornos con esas características.
Los resultados de las indagaciones fueron de distinta índole, la mayoría no daba ninguna razón, ni siquiera habían visto en su vida a alguien así, pero una persona bastante mayor, si dijo recordar a alguien con esa fisonomía que yo relataba, dijo que hacía unos sesenta años aproximadamente hubo un juicio y condena de un hombre llamado “Rufo” por asesinato y violación de una niña de quince años precisamente en el río, en aquel lugar donde yo decía haberle visto.
Decidí buscar en las hemerotecas las noticias de aquel crimen horrendo, cuando las encontré, quedé asombrado pues en la fotografía del asesino aparecía el personaje visto por mi en el río, denominándolo con el nombre de “Rufo”
Consulte con un amigo mío abogado criminalista y me prometió estudiar el caso, pidió los informes y al cabo de un mes, me reuní con él. Resultaba que aquel juicio estaba lleno de irregularidades, no habían pruebas convincentes de que el acusado “Rufo” fuera el asesino y parecía ser, que las autoridades de entonces deseaban y necesitaban un culpable para aplacar las iras del pueblo que demandaban justicia.
Todo se llevo a cabo como contaban las crónicas y el olvido fue invadiéndolo todo lentamente hasta desaparecer de las mentes convencidas y no tan convencidas.
La tercera vez que le ví, no desapareció tan rápidamente, me sostuvo la mirada y sacando un trozo de periódico de una especie de bolsillo, lo prendió en las ramas de un arbusto antes de irse, era como un mensaje que me mandaba, me precipité a por el trozo de periódico comprobando que se trataba del mismo de la hemeroteca con la noticia de su ajusticiamiento, pero cosa curiosa, había subrayado el nombre de un allegado a la familia de la victima y con una flecha debajo señalando el nombre, con unas letra escritas a mano que decían “fue este”.
Se apodero de mí las ansias de poder aclarar el caso y se lo encargue a mi amigo el abogado quien con gran profesionalidad logró desarchivar el caso, conseguir un nuevo juicio y con las pruebas científicas actuales desmontar la trama acusadora contra “Rufo” y abrir una investigación sobre el personaje marcado con la flecha por la silueta indefinida de “Rufo”.
Los resultados fueron sorprendentes, el condenado y ejecutado fue absuelto de todos los cargos, poniéndose en marcha los dispositivos necesarios para redimir su honor y nombre (su vida no pudieron devolvérsela).
Resultó ser el asesino aquel otro que la silueta imprecisa mencionó con la flecha, pero como estaba fallecido, se cerró el caso quitando la honra de su nombre y su recuerdo.
Satisfecho, volví a las orillas del río muchas veces y quiero confesar que deseaba que se apareciera, que de alguna forma me demostrara su gratitud, mas en si por el hecho de ser quien es, que por recibir parabienes de alguien que ya no existe. Cuando apareció, lo hizo de una manera estática, permaneció frente a mi unos minutos aguantándome la mirada y me pareció vislumbrar entre sus barbas una especie de sonrisa que me llenó de alegría. No le he vuelto a ver nunca más.