24.3.11

EL TESORO

Cuando Candelaria Alvarado llegó a vieja, había logrado reunir un inmenso tesoro. Bolas de mil colores, un dedal dorado, una caracola que se oía el rumor del mar, plumas de diferentes formas y colores, lentejuelas y azabaches, muchos botones que nunca volverían a pasar por ningún ojal. Hojas secas y hasta una flor marchita y aplastada entre dos páginas de un libro de poemas. Cartas que alguna mano en la lejanía del tiempo le habían escrito, con significados que solo ella sabía descifrar. Un bolígrafo con pedacitos de nácar, un espejo de mano con empuñadura de plata, un montón de botellitas de perfume que aún conservaban sus aromas. Una linterna de luz apagada, hilos y agujas largas y pequeñas, borlas y cintas de colores, un tenedor de forma especial para pinchar quién sabe que y un sin fin de cosas más.

Ella cuidaba todo aquello con esmero y lo contemplaba dejando luego la mirada en la distancia perdida. Alguna vez con alguno de los objetos, soltó unas lágrimas, quizás recordando algo aún no perdido en la memoria.

Guardaba todo aquel tesoro en unas cajas, que de vez en cuando abría alguna al azar para contemplar su contenido, por supuesto que contenían muchas más cosas que los cachivaches, posiblemente toda su vida mezclada con ellos.

Al morir no pudo llevarse con ella aquel inmenso tesoro, lo dejó abandonado a su suerte, en unas manos extrañas que no valoraron aquello, lo destrozaron tirándolo a la basura.

Pero ella si se llevó los recuerdos, las alegrías y las tristezas que aquel tesoro albergaba.

4 comentarios:

Ali dijo...

Porque yo también albergo mi "pequeño" tesoro escondido entre mil cajas de hojalata; cajas que a mi me parecen mágicas por el simple hecho de contener todos los instantes que quiero en un baúl que algún día abriré para que no me falle la memoria.
Un relato con pedacitos de mi.
Besos desde el País de las Maravillas.
P.D.: Me aseguraré de que no caigan ni en manos, ni en mentes extrañas.

ANTONIOGUZZO dijo...

Los recuerdos se afianzas en esas cosas materiales que son como papiros escritos en un idioma tan personal que solo un par de ojos o un solo par de manos o un solo par de oídos son capaces de descifrarlos... son cosas tan pequeñas a veces, que parecen tan insignificantes...! sin embargo tienen el ADN de toda una vida sensible con vivencias intensas... Yo también voy guardando ciertas cosas en mi particular idioma...

Si lográramos dominar esos idiomas podríamos valorar intensamente los objetos que guardan los/as abuelas y nos sorprendería cuan similares a nuestras propias emociones leeríamos en ellos...

Isa dijo...

Muy bonita la historia. Me ha gustado mucho leerla. Llego desde el blog de Antonio Gabriel Guzzo.
Yo, al igual que la protagonista de esta historia, tengo objetos muy valiosos. Su valor es sentimental. Valor económico ninguno. Pero son pañuelos y collares de mi madre que aun después de 48 años aun mantienen su olor y su alma, y para mí es un gran tesoro.

Me ha gustado mucho leerlo. Seguro que algún día este tesoro que tengo, pasará como con los objetos de Candelaria. Pero yo me llevaré la esencia de esos recuerdos como hizo ella.

Hermosa historia.
Saludos y un abrazo para Diego, y otro para Antonio

Isa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.