19.9.12

CON LAS MANOS SOBRE EL BASTÓN

Un día lo vimos sentado en un banco de la plaza, con las manos apoyadas en el bastón, los ojos entornados  y la barbilla sobre las manos. Su pensamiento no estaba allí, seguramente muy lejos, pensando quién sabe qué, o recordando algo lejano, quizá en los comicios de su juventud.
Nos llamó la atención el que estuviera solo, todos los demás mayores del pueblo estaban aparte, se veía claramente que no querían nade con él. Para ellos era una criatura distinta y lejana. Confieso que tuve curiosidad por conocer que mundo habitaba dentro de aquella cabeza cubierta por la gorra.
El corazón de un viejo es siempre misterioso. Tanto despertó la curiosidad en mí, que me hubiera gustado saber lo que esos ojos entornados, hubieran observado a lo largo de su vida.
Decidí averiguar sobre su identidad, ¿Cómo era posible que no lo hubiera visto nunca? ¿Qué ser era aquel que apareció de la noche a la mañana, sin saber ninguno de nosotros de donde venía?
Días más tarde, descubrí que los mayores si sabían de él, de su pasado, de su presente, pero ignoraban su futuro. Pensaba que los viejos no tienen futuro, es el presente y solo el presente lo que tienen que vivir intensamente. Él seguramente tiene su misterioso futuro en sus manos, ahora, escondido en sus bolsillos. Lo arrancó de su vida hace mucho tiempo y lo guardó durante años en su cabeza, perdiéndose entre pensamientos oscuros.
Comencé a preguntar, pero la gente me esquivaba las respuestas, cambiaban de conversación, como si algún temor estuviera aún latente en las gentes del pueblo. No obstante, algunas filtraciones se escapaban y que yo iba hilvanando con gran esfuerzo hasta llegar a  una conclusión definitiva. Era como si recuperara unos momentos perdidos de su existencia, lejanos y huidizos.
matices no del todo entendidas, dramáticas en grado sumo. Dicen que muchas vidas se perdieron por culpa suya, que provocó esos acontecimientos funestos, que él fue el causante de tantas desapariciones. Hoy se les denomina criminales de guerra.
Fue juzgado, condenado de por vida y nadie se explica por qué está libre, quizá las leyes lo tengan así estipulado después de tantos años recluido y enfermo.
Hoy mismo lo he vuelto a ver, con sus manos apoyadas en el bastón, los ojos entornados y fijos en la lejanía. Le he dejado bajo el tibio sol, junto a la fuente de la plaza, refugiado en sus historias pasadas y sus recuerdos, con su futuro en los bolsillos esperando su final. Sin poder evitarlo, me he resignado a la tristeza, pero algo se ha convulsionado en mi apacible vida destrozando en mil pedazos mi inocencia.





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