24.1.17

              CON LA MIRADA FIJA EN EL INFINITO
Tenía la mirada fija en el infinito, el alma acomodada y el odio ausente, cuando estaba a punto de surgir la luna. Mi pensamiento como una voz contra la luna saliendo por detrás de los árboles, resuena en el aire, se dirige hacia los arbustos cercanos, rebota en ellos, regresa, me roza el perfil y se diluye entre los sonidos de la naturaleza, junto a la brisa que toca las hojas y mezclándose todo se convierte en un murmullo constante. En ese mismo instante, me pongo a mirar el rojo carmín que asoma detrás del horizonte. Todo está necesitado de una pausa, de un sosiego que me permita recordar aquellos momentos vividos que no volverán.
No es un canto a la nostalgia, tampoco una añoranza perdida, solo un recuerdo que se evoca de vez en cuando y que casi nunca reparamos en él, pero existió y ahí está.
Recuerdo esos momentos nítidos, tan detallados como solo pueden proporcionarlos las cosas vividas de verdad. Lo imaginario no es en absoluto lo ilusorio. Lo imaginario no  puede evocar nada, porque no puede recordar y ese es su límite. Estos recuerdos míos, de este momento que menciono, son reales, no imaginados, vividos de verdad y reconforta muchos de ellos el volver a vivirlos de otra manera.  
20/1/1017                   

                                      Diego Thibaut

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