LAS PALABRAS OCASIONALES
Estaban todos
reunidos en torno a la fuente, destartaladas las vestimentas, todas ellas
hechas girones igual que sus estómagos. En las mentes era el mismo pensamiento
el que los poblaba, todos coincidiendo en que un poco de alimento, por poco que
fuera, era necesario para poder pensar algo coherente al menos.
¿Cuál era su
futuro si al no ingerir alimento alguno, estaban condenados a la desesperanza?
Las intenciones
eran las mismas, los unía, llegados a estas alturas, conseguir comida a toda
costa, incluso delinquiendo, como fuera y donde fuera.
Raúl se
distanció de ellos para mendigar, se fue por otros lugares, por diferentes
caminos, pidiendo a todo el que se cruzaba con él, con la desesperación y la
esperanza reflejada en los ojos, y era tal
el anhelo que ponía en sus súplicas, que consiguió despertar la caridad
escondida de una persona que le invitó a compartir sus alimentos. Llegó a comer
y beber hasta la saciedad, el hartazgo fue tan enorme, que se olvidó de las
obsesiones que tenían bloqueada su mente y veía y sentía todo de otra manera.
Al reunirse de
nuevo con los compañeros de infortunio, los miró y los escuchó, pensando que
pronto llegarían las respuestas a sus angustias por tantas necesidades. Solo el
que ha comido ya puede darles unas palabras de aliento.
Valencia 2 de
Enero del 2016
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