LAS
CARTAS
Hasta
aquel momento, no tenía, como suele decirse, un buen día. Había discutido con
mi editor por un asunto material, muy desagradable. Contemplé como dos personas
en plena calle, discutían acaloradamente, con malos modos, un dialogo de
sordos. Al cruzar la calle por un paso de cebra, casi me atropella un vehículo,
y encima, sacando la cabeza por la ventanilla, me ha dirigido unas cuantas
frases soeces que no quiero repetir.
Mucho
más tranquilo, paseando por el parque, he logrado (o casi) olvidar todo lo
contado anteriormente.
Al
dirigirme hacia mi casa, en una de las travesías, he visto a un niño llorando,
esto me es cada vez más difícil de soportar, será por la edad que me hace más
sensible cada día. Le he preguntado el motivo de su llanto y me ha dicho que su
pájaro se ha escapado, no lo comprendía, al abrir la jaula y sacarlo, el ave
había volado hacia el árbol más cercano y de ahí al otro y así sucesivamente
hasta desaparecer. El llanto era inconsolable, parecía no tener fin hasta que
apareciera el animal de nuevo. Yo le dije que lo había visto camino de la
estación y me había dado el recado de decirte que te escribirá, que deseaba la
libertad más que nada en este mundo. El niño calló su llanto, secó los ojos con
la manga de su camisa y se fue a su casa.
En
las semanas sucesivas, fue recibiendo una carta del pájaro contándole donde
estaba y lo que hacía, los lugares por donde pasaba y los seres que iba
conociendo.
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