28.1.17

LAS CARTAS



Hasta aquel momento, no tenía, como suele decirse, un buen día. Había discutido con mi editor por un asunto material, muy desagradable. Contemplé como dos personas en plena calle, discutían acaloradamente, con malos modos, un dialogo de sordos. Al cruzar la calle por un paso de cebra, casi me atropella un vehículo, y encima, sacando la cabeza por la ventanilla, me ha dirigido unas cuantas frases soeces que no quiero repetir.
Mucho más tranquilo, paseando por el parque, he logrado (o casi) olvidar todo lo contado anteriormente.
Al dirigirme hacia mi casa, en una de las travesías, he visto a un niño llorando, esto me es cada vez más difícil de soportar, será por la edad que me hace más sensible cada día. Le he preguntado el motivo de su llanto y me ha dicho que su pájaro se ha escapado, no lo comprendía, al abrir la jaula y sacarlo, el ave había volado hacia el árbol más cercano y de ahí al otro y así sucesivamente hasta desaparecer. El llanto era inconsolable, parecía no tener fin hasta que apareciera el animal de nuevo. Yo le dije que lo había visto camino de la estación y me había dado el recado de decirte que te escribirá, que deseaba la libertad más que nada en este mundo. El niño calló su llanto, secó los ojos con la manga de su camisa y se fue a su casa.

En las semanas sucesivas, fue recibiendo una carta del pájaro contándole donde estaba y lo que hacía, los lugares por donde pasaba y los seres que iba conociendo.  

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