27.11.11

NO LA DEJES ESCAPAR


Esa cosa hermosa que ha pasado por mi lado, quisiera recordarla siempre. Pero los humanos no sabemos darle valor a lo que, aún siendo bello, se queda un tiempo prolongado junto a nosotros. Pronto ni siquiera vemos un atisbo de hermosura y tendemos a fijarnos en aquella otra que aún siendo bella, no es ni un ápice de esta otra.

La capacidad de retener y asimilar algo realmente valioso, tanto por su significado como por su capacidad de gozo, o por su simple armonía, se ha ido extinguiendo atreves de los años hasta casi desaparecer.

Si alguna vez se te cruza algo hermoso, no lo dejes escapar, pues será un signo inequívoco de que has perdido el juicio o la capacidad de admirar lo bello y piensa que cuando ha pasado y se aleja haciéndose cada vez más pequeño, no podrás recuperarlo jamás. De esta forma tan absurda, te iras rodeando, sin remisión, de muchas cosas de valor aparente, oscuras como la muerte, exentas de todo estilo, faltas de capacidad para hacerte agradable la vida y por mucho valor material que tengan, están por supuesto vacías de capacidad para darte la felicidad. Supongo yo.
UN MOMENTO ÚNICO


Me senté entre los arbustos para aprovechar la tarde, no es que mereciera un descanso, no había hecho nada, pero no quise dejar la ocasión y me abandoné a la placidez del reposo.

Estaba solo, bueno, eso creía yo, nunca había deparado en ello, pero solo, lo que se dice solo, no estaba. Una infinidad de vida diminuta se encontraba a mi lado, me rodeaba por todas partes. El silencio no era silencio a poco que escuchases. La sensación de ser observado me intranquilizaba, sí, era observado por multitud de ojos de todas clases. Reparé de pronto en una lagartija que sobre una piedra, inmóvil me miraba, fijándome bien, vi como movía los diminutos ojos sin perderme de vista.

Entre una flores, una mariposa con las hojas plegadas parecía una hoja seca, no divisaba sus ojos pero se que me observaba, pues al mover una mano, salió volando con su vuelo característico.

Una multitud de insectos revoloteaba por todas partes, estaban atentos a mis movimientos, pues al levantarme para cambiar de postura, desaparecieron sin dejar rastro y sin saber donde fueron.

Arañas, hormigas, escarabajos, tijeretas y avispas formaban un gran ejército en movimiento, quizá no me veían por la diferencia de tamaño, pero parecía como si mi presencia les incomodara.

Los mirlos, los gorriones y las urracas, se mandaban mensajes avisándose del peligro de mi presencia con una continuidad fluida y significativa.

Escuchaba la conversación de los árboles, lanzándose caricias por medio del viento, con ese rumor de sus hojas, rítmico, cadencioso, con la armonía de un bello idioma. Era como estar en un lugar fugazmente intuido en anteriores ocasiones inexistentes. La paz de ese momento, se introduce por la puerta de todos los sentidos, especialmente del oído con ecos que te transportan a nostalgias de otros momentos inolvidables.

Por todo ello, digo que no estaba solo, y por culpa de mi pensamiento, estando, no estaba allí, estaba distante, en otro lugar con alguien a quien deseaba a mi lado, con esos pensamientos que recorren grandes distancias a una velocidad endiablada.

¿POR QUÉ LO HIZO?


Divisé su figura recortada en la claridad de la tarde, que se difuminaba por momentos, en lo más alto del puente, quieto cual estatua resignada a su perpetuidad, alto, siniestro, enjuto, con su interior y exterior tristes como su sombra. No miraba a nadie ni a nada, la mirada perdida en la lejanía de su infinito, el abrigo largo y ancho de otro cuerpo que no era el suyo, el sombrero gastado de muchas intemperies, de muchos vientos y muchas soledades.

Viéndole quieto sobre el puente de herrumbrosos hierros, con la mirada perdida en misteriosas divagaciones, podría pensarse que era capaz de saltar a las profundas aguas del arremolinado río. ¿Por qué podría hacerlo? era como un presentimiento que me invadía y amordazaba mi alma.

Le había visto otras veces, por los alrededores, con su figura estirada, sus ropas pardas, con sus ojos profundos y claros, en su contraste de luz y sombra como una contradicción. Una vez mostró su sonrisa a un niño que jugaba con una pelota y su rostro cambió de matices, donde había oscuridades, hubo luces, donde tristezas, alegrías, la figura encorvada se estiró con altanería y pareció más alto, más esbelto, se diría que podía haber sido feliz en alguna ocasión, pero no supe si podría serlo en el futuro.

Estuve un tiempo mirándolo, hasta que de improviso, con un salto felino, se llevó mis cavilaciones y sus tristezas hacia el abismo.
EL ARCO IRIS

Se cuenta que un día, en la plaza de un pueblo cualquiera, después de salir del colegio, unos cuantos adolescentes se reunieron como solían hacerlo todas las tardes. Las conversaciones que tenían eran de temas diversos.

Estaban en esa edad en la que todo llama la atención, en la que mil incógnitas te siguen a todas partes, que suelen tratar de averiguar preguntando a todo el mundo, con resultados confusos. Casi nadie coincide en las respuestas, bien porque no quieren decir la verdad, bien porque están equivocados o bien porque sencillamente no las saben.

Cuando se reunieron aquella tarde, como tantas otras, trataron de comentar las respuestas adquiridas en diferentes temas, por supuesto aumentando la confusión que ya tenían. Cuando terminaron con las referencias del día, a uno de ellos se le ocurrió preguntar los significados de los colores del arco iris, todos quedaron callados, como meditando, aquella pregunta llevaba muchas incógnitas dentro.

Anotaron los colores en un papel: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta y comenzaron las reflexiones.

Uno, espontáneo, contestó que el rojo era la pasión, el fuego, la sangre, la ira y el poder.

Otro se refirió al naranja, refiriéndolo como el color del rayo, la alegría, el aura de toda persona alegre.

Opinó otro sobre el color amarillo diciendo, son las tierras de Castilla antes y después de la siega, está íntimamente ligado a la opulencia del oro y es sin duda, el color del Sol.

Al verde lo definió otro diciendo; es el color de la naturaleza, es el alimento espiritual de la visión, son las vitaminas necesarias del alma para ser feliz, es la esmeralda del mundo, la paz y el sosiego.

Uno dijo del azul que era el mar y el cielo separados solo por el horizonte, la inmensidad, la claridad y profundidad del pensamiento.

En cuento al añil, nadie decía nada, hasta que a uno el recordó a su madre en el lavadero del pueblo azulando la ropa blanca y llenándola de claridad y armonía, paz y sosiego del espíritu, está en el dominio de los azules, supeditado a vivir entre ellos.

Al terminar con el violeta, todos coincidieron en que era el color de la confusión, era un color asociado a la fusión del rojo y azul, contradictorios, desiguales, casi opuestos entre sí, por un lado pasión contra serenidad, poderío contra humildad y sobre todo, dos fuerzas irreconciliables, el agua y el fuego.



Valencia 20 de Octubre del 2011
EL AMIGO IMAGINADO


Él, nunca estaba solo, al menos era lo que creía, se había inventado hace mucho tiempo, un amigo imaginario, un personaje ficticio que le hacía compañía a todas horas.

Le hacía confidencias, que aunque fueran de actos o pensamientos reprochables, nunca recibía ni corrección ni crítica alguna.

Los análisis y comentarios eran siempre afines, siempre coincidían en lo básico, aunque algunas veces discreparan en lo específico. En un intento de hacer autocrítica o de pulir afinidades completas, respecto a esos pensamientos que en ocasiones, dudamos si estamos equivocados o no, (todos pasamos por esta tesitura alguna vez), él estaba ahí para reconducir el desvío y devolver al sendero, el juicio más conveniente a su modo de entender y con arreglo a sus gustos.

Con él siempre al lado, con sus reflexiones afines, exento de críticas, estaba convencido de la veracidad de sus planteamientos y no se le pasaba por la mente, el poder rectificar o modificar, tal o cual cuestión.

Esto llegó a provocar una confianza en sí mismo capaz de disentir con cualquiera que osara contradecir su opinión o mejor dicho, la opinión de “Él” y llegar a la discusión más feroz y combativa jamás vista.

Se convirtió en irascible, introvertido, egocéntrico y desagradable, hasta el punto de que nadie quiso dialogar con él por temor a sus furias e incongruencias.

Cuando se vio en completa soledad, solo con la compañía de su amigo extraño, un no se qué se fue apoderando de su interior, se le fueron restañando las rendijas de su alma, llegó a ese estado en que nada satisface y nadie llena, ni siquiera el confidente íntimo pudo despojarlo de su soledad. Con mucho esfuerzo, consiguió expulsar a su amigo de sí, pero ya era tarde, todo estaba perdido, todo se quedó en tinieblas y ni ese personaje “magnífico” logró salvarle la vida.



Valencia 26 de Septiembre del 2011

27.9.11

LA HOJARASCA


Es una enredada de hojas y ramas, revueltas, entrelazadas, unidas unas a otras o superpuestas, como una multitud desordenada, como un amasijo sin orden ni concierto, incongruente, impreciso, carente de premeditación alguna y sin embargo, está estable, aunque prenda sobre todo ello, el peligro de na ráfaga traicionera de viento lo desbarajuste más de lo que está y se lo lleve a ese confín ignorado del olvido para siempre.
Asoma entre todo ello, la luz de un brillante sol que se quiebre entre sus espacios vacíos, como revelando que siempre y en todo hay algo más de lo que imaginamos.
La amalgama ha hecho acopio de un sinfín de colores que llenan el espacio visual.
Está diciendo el combinado de su hojarasca, más cosas de la que posiblemente apreciemos y quizá esté proporcionando quietud y serenidad, paz y sosiego, y hasta es posible si atendemos bien, un poco de amor y esperanza y sobre todo, la sensación de que algo tendente a desaparecer, pueda querer impregnar un mensaje en nuestra memoria para siempre.

24.3.11

EL TESORO

Cuando Candelaria Alvarado llegó a vieja, había logrado reunir un inmenso tesoro. Bolas de mil colores, un dedal dorado, una caracola que se oía el rumor del mar, plumas de diferentes formas y colores, lentejuelas y azabaches, muchos botones que nunca volverían a pasar por ningún ojal. Hojas secas y hasta una flor marchita y aplastada entre dos páginas de un libro de poemas. Cartas que alguna mano en la lejanía del tiempo le habían escrito, con significados que solo ella sabía descifrar. Un bolígrafo con pedacitos de nácar, un espejo de mano con empuñadura de plata, un montón de botellitas de perfume que aún conservaban sus aromas. Una linterna de luz apagada, hilos y agujas largas y pequeñas, borlas y cintas de colores, un tenedor de forma especial para pinchar quién sabe que y un sin fin de cosas más.

Ella cuidaba todo aquello con esmero y lo contemplaba dejando luego la mirada en la distancia perdida. Alguna vez con alguno de los objetos, soltó unas lágrimas, quizás recordando algo aún no perdido en la memoria.

Guardaba todo aquel tesoro en unas cajas, que de vez en cuando abría alguna al azar para contemplar su contenido, por supuesto que contenían muchas más cosas que los cachivaches, posiblemente toda su vida mezclada con ellos.

Al morir no pudo llevarse con ella aquel inmenso tesoro, lo dejó abandonado a su suerte, en unas manos extrañas que no valoraron aquello, lo destrozaron tirándolo a la basura.

Pero ella si se llevó los recuerdos, las alegrías y las tristezas que aquel tesoro albergaba.

6.3.11

Diferentes apreciaciones


¿Será cierto que todos no vemos los colores del mismo modo, (al menos con la misma intensidad), y que no distinguimos los sonidos de la misma manera?
¿Será cierto que recibimos los mensajes que nos mandan las luces y los ruidos de forma diferente cada cual?
Es cierto, que no siente igual el impacto de un color o un sonido una persona que otra. Cada cual estimula sus sensaciones con apreciaciones particulares, en función de su entorno, carácter, educación o necesidad.
Hago estas reflexiones por un hecho acaecido en una ocasión, con motivo de una reunión de siete personas, todas ellas mujeres, de diferentes edades y condición social, en el monte, en silencio, cada una con una hoja seca entre las manos. Una a una, aplastó la hoja cerca de su oído y relató sus apreciaciones.
La primera, sintió el viento entre las hojas, que verdes las agitaba.
La segunda, dijo sentir el revoloteo marrón de una bandada de pájaros.
La tercera, sintió un murmullo azulado de voces, susurrando arrullos y caricias.
La cuarta, el miedo del rojo fuego devorando todo a su paso.
La quinta, escuchó un negro eco repitiendo un nombre constantemente.
La sexta, le estremeció un estruendo mezclado de sollozos, de anaranjados sentimientos.
Y a la séptima, hasta le pareció escuchar, unos pasos grises que lentamente se le acercaban para liberarla de su soledad.  

4.3.11


Aquel día era el elegido, el especial,
resultó ser uno más, como cualquier otro.
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De entre todas las personas, destacabas tú,
tan sencilla, tan insignificante, tan espectacular.
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Coincidimos en el mismo sitio,
pero estábamos en diferentes lugares.
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Al pasar oí tu voz, pero no te divisé,
al mirar adiviné tu presencia pero no estabas,
al marcharme del lugar, sentí que me dejaba algo.
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Es cierto que el recuerdo se apaga lentamente,
Es verdad que el corazón no siente
lo que los ojos no ven,
es seguro que la distancia vence y el tiempo derrota,
pero cosas imposibles se han conseguido alguna vez
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Salí deprisa para llegar a la cita,
llegué tarde por un retraso premeditado.
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Era hermoso el lugar, la hora, el momento,
nada frenaba la ocasión de ser felices,
nadie puso impedimentos más que nosotros.
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Sí, era eso lo que quería, lo que deseaba,
no diste nada, no dijiste nada,
no se si llegaste a desear algo.
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En este punto del camino te esperé,
debías de venir por este sendero,
no llegaste, no apareciste, no regresaste.
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Mi mirada siempre buscando tu mirada,
cargada de súplicas y mensajes,
no supiste leer, no quisiste mirar.
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Salí como siempre tras tu deseo
Y regresé como tantas veces sin tu consuelo.
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Era una tarde apacible, tranquila, quieta,
como hacía tiempo que no encontraba,
que no veía, que no soñaba. Duró poco
se fue deprisa, se alejó pronto con mi sonrisa.
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De todos los lugares que he recorrido,
uno solo es el adecuado, aquel que miro
entre los recuerdos de los que quieres,
pero se han ido.
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Logré al fin que me escucharas,
lo dije todo deprisa y claro,
supongo que no fueron suficientes explicaciones,
pues no quisiste comprender, quedó aclarado
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Se que no va a ser verdad porque lo intuyo.
Se que no va a ser mentira porque lo afirmas.
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Rastreaba mi figura tras de ti, con mucho anhelo,
pero no encontré tu rastro ni tu sendero.
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Era muy difícil que sintieras lo que sentía,
estabas en otra onda, en otra cima.
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Se fue el recuerdo por donde vino,
tantas veces estrellado contra tu olvido.
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Piensa como yo pienso de tu persona,
y descubre del interior de mi alma lo que atesora.

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El silencio lo dijo todo  o casi todo,
después de que los gritos no dijeran nada.    
                     
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Si quieres, puedo esperar eternamente,
pero quisiera que al menos una sola vez,
pensases que sigo aquí esperándote.
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No era ni tuyo ni mío, era de los dos,
no supimos compartirlo ni tú ni yo,
perdimos la ocasión de disfrutarlo.
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Era tan alto el sendero, que tuve
que realizar un gran esfuerzo por llegar.
Con gran voluntad y sacrificio llegué
al final, pero tú ya no estabas.
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Salí corriendo a tu encuentro cuando llegaste,
Pero no eras tú la que venía.
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Con la luz del sol, estoy nostálgico,
Con la oscuridad de la noche, triste,
Con el alba, melancólico,
Con el paso de los días sin ti, solo.
                      



No fue peor que las otras veces,
las diferencias eran las mismas,
pero fue la gota que rebasó el vaso.
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Cuando tú decías “sí”
el acontecimiento feliz era innegable,
pero tu “sí” no era creíble.
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Al fin fuimos por el camino escogido,
fue angosto, escarpado, incierto,
pero nos condujo hasta aquí.
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Ese sol es el de siempre,
este aire es el de todos los años,
pero tu mirada no es la misma.
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No se si compartiste melodía con alguien,
lo cierto es que en  la nuestra,
ya no suenan sus compases.
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Salí corriendo después de tus sollozos,
corría y corría sin parar alejándome de ti,
pero tu llanto venía conmigo.
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